miércoles, 31 de julio de 2019

La teología de liderazgo en el Antiguo Testamento




     El papel  de los líderes del Antiguo Testamento se convierte en un punto referencial para nuestro trabajo como líderes en la iglesia. El Señor  mismo se levanta como modelo de aquellos que guían al rebaño en todo los tiempos. Así mismo, los líderes que Dios estableció en el pueblo de Israel  también modelan para nosotros valores y actitudes. 

     Los “ancianos” eran un grupo de líderes entre los israelitas desde el tiempo de Moisés. Los encontramos tomando decisiones políticas. “Vinieron pues, todos los ancianos de Israel al rey en Hebrón, y el rey David hizo pacto con ellos en Hebrón delante de Jehová, y ungieron a David por rey sobre Israel”  (La Biblia,  2 Samuel 5:3),  posteriormente en la historia, aconsejando al rey. “Entonces el Rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y les dijo: Entended, y ve ahora cómo éste no busca sino mal; pues ha enviado a mí por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y  por mi oro, y yo no se lo he negado”  (La Biblia, 1 Reyes 20:7) y representando al pueblo en lo concerniente a asuntos espirituales “Dijo Jehová a Moisés: Sube ante Jehová, y tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos”.  (La Biblia, Éxodo 24:1).

     Así mismo, en la Biblia se encuentran personajes que fueron modelos de liderazgo, como  Noé y su compromiso, la fe de Abraham, la nobleza de José, la obediencia de Moisés y otros hombres y mujeres que les tocó asumir la responsabilidad de influir en el pueblo de Dios. Ellos  estimulan y desafían a mantener nuestra mirada puesta en los más altos valores del reino. 

     La primera traducción griega del Antiguo Testamento, la Septuaginta, usaba la palabra griega presbuteros para “anciano”. Esta es la misma palabra griega usada en el Nuevo Testamento que también es traducida como “anciano”. “Ser cabeza también se refiere en el Antiguo Testamento a autoridad y liderazgo”. (Hoeldtke, SA)

     El ejemplo clásico de Moisés resalta aquí. Intentar primero en sus propias fuerzas dirigir al pueblo para después darse cuenta que es imposible sin la ayuda del Señor. Esto representa un aspecto resaltante dentro del liderazgo del Antiguo Testamento:
Las instituciones fueron establecidas por procedimientos como el de Moisés, que siguió el consejo de Jetro para “elegir entre el pueblo hombres capaces y temerosos de Dios, que amen la verdad y aborrezcan las ganancias mal habidas, y designarlos jefes de mil, de cien, de cincuenta y de diez personas (Ex. 18: 21) (Hoeldtke, SA)

     Así pues, podemos ver en Éxodo 18:13-27 hechos interesantes con respecto al liderazgo. Jetro, quien era suegro de Moisés, y quien era un hombre sabio en el asunto del liderazgo y observación,  vio que Moisés tenía demasiadas responsabilidades, por ello,  le da un consejo acerca  de que debe delegar algunos de sus tareas a otros hombres del buen carácter. “No le gustó el método que Moisés usaba, y así se lo dijo con toda libertad (vv. 14, 17,18). Pensó que era demasiada tarea para que la desempeñara Moisés solo” (Henry, 1999).

     Es necesario entender la importancia de la delegación.  Ningún líder puede hacer todo por sí mismo.  No es bueno para el líder, ni para la gente.  Este es muy claro en el versículos 17-18, donde Jetro dice, “No está bien lo que haces.  Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.”   Moisés no cedió todas sus tareas.  Era necesario distinguir entre las tareas que solo el pudiera lograr, y las que otras personas pudiera aprender.  La comunicación con Dios y la sanidad espiritual de su pueblo era la responsabilidad de Moisés.  Pero pudo enseñar las leyes de Dios a hombres de buen carácter, y estos hombres podían juzgar al pueblo.

     “Los versículos 18 y 19 están antes de la sugerencia de Jetro de designar una multitud de líderes de división. Primero, Moisés debía enseñarle al pueblo las ordenanzas y leyes de Dios para que el pueblo pudiera entender el camino por donde debían andar y la obra que debía de hacer. Esto era fundamental.” (Ortíz, 2006).


     Por lo tanto, se le imponía la necesidad de delegar la responsabilidad de juzgar, particularmente lo casos sencillos, a otras personas para que él pudiera concentrarse en su prioridad. Esta delegación dio una estructura que permitiría que una persona no estuviera a cargo de más de diez personas para cuidar.

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