El papel de los líderes del Antiguo Testamento se
convierte en un punto referencial para nuestro trabajo como líderes en la
iglesia. El Señor mismo se levanta como
modelo de aquellos que guían al rebaño en todo los tiempos. Así mismo, los
líderes que Dios estableció en el pueblo de Israel también modelan para nosotros valores y
actitudes.
Los “ancianos” eran un grupo de líderes
entre los israelitas desde el tiempo de Moisés. Los encontramos tomando
decisiones políticas. “Vinieron pues, todos los ancianos de Israel al rey en
Hebrón, y el rey David hizo pacto con ellos en Hebrón delante de Jehová, y
ungieron a David por rey sobre Israel” (La
Biblia, 2 Samuel 5:3), posteriormente en la historia, aconsejando al
rey. “Entonces el Rey de Israel llamó a todos los ancianos del país, y les
dijo: Entended, y ve ahora cómo éste no busca sino mal; pues ha enviado a mí
por mis mujeres y mis hijos, y por mi plata y
por mi oro, y yo no se lo he negado” (La Biblia, 1 Reyes 20:7) y representando al
pueblo en lo concerniente a asuntos espirituales “Dijo Jehová a Moisés: Sube
ante Jehová, y tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel;
y os inclinaréis desde lejos”. (La
Biblia, Éxodo 24:1).
Así mismo, en la Biblia se encuentran
personajes que fueron modelos de liderazgo, como Noé y su compromiso, la fe de Abraham, la
nobleza de José, la obediencia de Moisés y otros hombres y mujeres que les tocó
asumir la responsabilidad de influir en el pueblo de Dios. Ellos estimulan y desafían a mantener nuestra mirada
puesta en los más altos valores del reino.
La primera traducción griega del Antiguo
Testamento, la Septuaginta, usaba la palabra griega presbuteros para “anciano”.
Esta es la misma palabra griega usada en el Nuevo Testamento que también es
traducida como “anciano”. “Ser
cabeza también se refiere en el Antiguo Testamento a autoridad y liderazgo”. (Hoeldtke,
SA)
El ejemplo clásico de Moisés resalta aquí.
Intentar primero en sus propias fuerzas dirigir al pueblo para después darse
cuenta que es imposible sin la ayuda del Señor. Esto representa un aspecto
resaltante dentro del liderazgo del Antiguo Testamento:
Las instituciones fueron
establecidas por procedimientos como el de Moisés, que siguió el consejo de
Jetro para “elegir entre el pueblo hombres capaces y temerosos de Dios, que
amen la verdad y aborrezcan las ganancias mal habidas, y designarlos jefes de mil,
de cien, de cincuenta y de diez personas (Ex. 18: 21) (Hoeldtke, SA)
Así pues, podemos ver en Éxodo 18:13-27
hechos interesantes con respecto al liderazgo. Jetro, quien era suegro de
Moisés, y quien era un hombre sabio en el asunto del liderazgo y observación, vio que Moisés tenía demasiadas
responsabilidades, por ello, le da un
consejo acerca de que debe delegar
algunos de sus tareas a otros hombres del buen carácter. “No le gustó el método
que Moisés usaba, y así se lo dijo con toda libertad (vv. 14, 17,18). Pensó que
era demasiada tarea para que la desempeñara Moisés solo” (Henry, 1999).
Es necesario entender la importancia de la
delegación. Ningún líder puede hacer
todo por sí mismo. No es bueno para el
líder, ni para la gente. Este es muy
claro en el versículos 17-18, donde Jetro dice, “No está bien lo que
haces. Desfallecerás del todo, tú, y
también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado
para ti; no podrás hacerlo tú solo.”
Moisés no cedió todas sus tareas.
Era necesario distinguir entre las tareas que solo el pudiera lograr, y
las que otras personas pudiera aprender.
La comunicación con Dios y la sanidad espiritual de su pueblo era la
responsabilidad de Moisés. Pero pudo
enseñar las leyes de Dios a hombres de buen carácter, y estos hombres podían
juzgar al pueblo.
“Los versículos 18 y 19 están antes de la
sugerencia de Jetro de designar una multitud de líderes de división. Primero,
Moisés debía enseñarle al pueblo las ordenanzas y leyes de Dios para que el
pueblo pudiera entender el camino por donde debían andar y la obra que debía de
hacer. Esto era fundamental.” (Ortíz, 2006).
Por lo tanto, se le imponía la necesidad
de delegar la responsabilidad de juzgar, particularmente lo casos sencillos, a
otras personas para que él pudiera concentrarse en su prioridad. Esta
delegación dio una estructura que permitiría que una persona no estuviera a
cargo de más de diez personas para cuidar.
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